De igual forma que el dolor lumbar, el dolor cervical crónico no se deben a una sola causa y su tratamiento es uno de los más demandados.
En algunos casos es muy alto, casi en la cabeza, y en otras ocasiones el dolor es cercano a la zona de los hombros. Puede ser un dolor muscular, de huesos, articulaciones, discos intervertebrales…
Es muy molesto y ocasionalmente puede afectar gravemente la calidad de vida de quien lo padece, pues se puede extender durante meses o años.
El sedentarismo y la falta de ejercicio físico se han convertido en norma de la vida diaria. Además, el ritmo de vida crecientemente acelerado, junto a las malas posturas continuadas a las que nos obligan las nuevas tecnologías (pantalla de ordenador, ratón…) pueden ser algunos de los factores que influyan sobre esta tendencia a la cronicidad en el dolor cervical.
Tanto la protrusión discal como la hernia producen alteraciones que se manifiestan de dos maneras distintas en el paciente con dolores cervicales o cervicalgia:
Previo al inicio del tratamiento de la cervicalgia, llevamos a cabo una consulta inicial. El objetivo de la misma es la exploración del paciente y análisis de sus dolencias.
Además, estudiamos su historial clínico y el diagnóstico derivado de pruebas médicas.
Estos tres pasos previos nos permiten establecer unas pautas de actuación en el posterior tratamiento de dolor cervical.
De este modo, evaluamos la musculatura extensora y/o rotadora cervical.
Con este fin empleamos equipamiento específico de valoración. De este modo aislamos la musculatura cervical, fijando diferentes elementos en en la cintura escapular. Así, evaluamos selectivamente la función muscular de los extensores y rotadores cervicales.
Una vez aislada la musculatura, realizamos una serie de ejercicios activos, resistidos y de medición, en los que evaluamos la función muscular cervical.
Del mismo modo que en los pacientes con dolor lumbar crónico, evaluamos la movilidad articular, el equilibrio intramuscular y la fuerza muscular.
Una vez completados los pasos anteriores, es momento de enfocarnos en el tratamiento.
Por supuesto, estará adaptado a las condiciones y necesidades específicas del paciente. Además, estableceremos, en cada caso, un objetivo terapéutico determinado.
Durante el proceso, el paciente dispondrá de una atención personalizada y profesional, además de todo el equipamiento necesario para paliar su patología.
Cuando se ha completado el tratamiento previsto en un principio, volvemos a realizar una evaluación completa.
En base a los datos obtenidos en relación con la función muscular y la sintomatología, valoramos la evolución y estado actual del paciente. Así, dar por terminado el tratamiento, complementarlo con una fase de mantenimiento, o seguir con una etapa más de tratamiento.
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