La artrosis es el resultado de un proceso esencialmente degenerativo de los cartílagos de las articulaciones. Este desgaste del cartílago lleva a la alteración ósea de la articulación afectada. Afortunadamente, en la actualidad podemos hacer mucho para mejorar, tanto física como mentalmente, la calidad de vida de la gente que la padece con un tratamiento para la artrosis adaptado a cada caso.
A día de hoy es la causa más frecuente de dolor en el mundo. A medida que la media de edad de la población va en aumento, la artrosis como problema social va cobrando mayor importancia.
Sobre ella existen mitos, como por ejemplo que lleva inevitablemente a la invalidez, y no tiene por qué ser así, si bien es cierto que sí se trata de una enfermedad incurable e irreversible.
Existe una serie de factores que incrementan la probabilidad de sufrirla, pero ninguno de ellos por sí solo es determinante.
El dolor aumenta con el esfuerzo físico y la actividad excesiva, y disminuye con el reposo. Está exacerbado al empezar a moverse, después de un rato más o menos largo de reposo, y mejora al calentar.
Además de dolor, aparece rigidez en la articulación afectada.
Es extremadamente frecuente. Puede manifestarse como forma crónica o en reagudizaciones invalidantes periódicas.
Es más frecuente en hombres y puede afectar a una o las dos caderas. El dolor aparece en la ingle o en su vecindad e irradia hacia abajo por el muslo hasta la rodilla.
Es más frecuente en las mujeres. Los síntomas principales son dolor, crujidos articulares, rigidez y cojera.
Pueden afectar a cualquier estructura articular, pero sobre todo a la articulación del dedo gordo del pie. La inflamación y deformidad de esta articulación es lo que conocemos como juanetes.
Afecta a las articulaciones distales de los dedos, pudiendo llegar a deformarse. La más dolorosa es la que afecta al dedo pulgar que puede llegar a ser muy invalidante, pudiendo en algunas ocasiones requerir una solución quirúrgica.
Son articulaciones que raramente se ven afectadas. Suelen tener su origen en traumas repetidos en el ámbito laboral, o en deformidades post fracturas.
Podemos dividir el tratamiento de artrosis en 3 focos principales:
Tenemos que jugar con estos dos parámetros. Un exceso de reposo provoca atrofia muscular que empeora el dolor y provoca pérdida de funcionalidad. Un ejercicio excesivo o mal realizado puede provocar una inflamación articular.
En cambio, ejercicio físico que potencie la musculatura de tal manera que las articulaciones dañadas estén mejor protegidas, hoy en día supone el mejor método contra el avance de la artrosis y el dolor.
El exceso de peso agrava el dolor y la evolución de la artrosis.
La aplicación de masajes, ultrasonidos, interferenciales y radar láser puede ser útil en el tratamiento de la artrosis.
2. ANALGÉSICOS
Analgésicos. Su función es calmar el dolor.
Antinflamatorios no esteroideos. Disminuyen el dolor y mejoran la movilidad del paciente.
Infiltraciones articulares. Pueden ser útiles en determinadas localizaciones (pie, mano, rodilla, etc.).
Condroprotectores. Pretenden mejorar la fisiología del cartílago intentando detener su deterioro. No hay que olvidar que la automedicación no suele resolver el problema nunca, existiendo un riesgo de efectos secundarios. Por ello, deben ser recetados siempre por un médico, cuyas instrucciones se basan en la ciencia, experiencia y consenso de múltiples grupos de especialistas.
3. EDUCACIÓN DEL PACIENTE
Aunque es una enfermedad crónica, los síntomas pueden variar, por lo que la necesidad de tratamiento también puede variar según la fase en la que se encuentre.
Adquirir conocimientos sobre la enfermedad y la conducta a seguir en cada momento da mejores resultados que ignorarla.
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